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Archive for septiembre 2011

Un Periodismo con una deshumanización galopante


posted by Daiana González on ,

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"liberando pensamientos.. de Gabo y  sus crónicas y reportajes"


Bien lo dijo  Gabriel García Márquez en su escrito El Mejor Oficio del Mundo, al  referirse a esa despiadada carrera   en la que se encuentra el periodismo desde el momento en que fueron más notorios los cambios tecnológicos. En  aquel instante, la pasión por una nota se  fue vinculando a la inmediatez y no a la calidad. La creatividad y  la curiosidad  se   hicieron cada vez más ausentes en el  ejercicio.
 Muchos son los artículos de modelos clásicos y fríos, que podemos encontrar en cualquier periódico de domingo  y pocos son los que al  verlos  nos atrapan y convencen para seguir leyéndolos hasta el final, quizás porque son pocos los que con pasión le apuestan a contar la noticia de una forma diferente, de narrar el hecho de tal forma, que sintamos estar  presenciándolo. Un asunto que  a  grandes rasgos parezca nimiedad  y que el escritor tenga la destreza de convertirlo en  un texto apasionante del que no queremos apartar la vista.
Fue precisamente esa sensación la que estuvo todo el tiempo conmigo al leer a Gabo, cada título tan  pertinente y suspicaz, alimentaba  mi expectativa de saber que sucedería, no con la  estrella de rock o el actor de la novela de las 9, sino con las vidas invisibles de personas del común, de hecho, cotidianidades, pero con perspectivas poco abordadas. Veteranos  de guerra olvidados, campesinos sembradores de café a los que la lógica económica les es necesariamente  inherente, el tenor poco conocido de Rafael Rivero Silva, el seudo-cineasta del matinée o los mitos enigmáticos de La Sierpe, mi favorito, un texto que alcanza a crear conclusiones e iniciar discusiones en la mente del lector, tales como la religión  y la santificación como una posible  búsqueda desesperada  de un apoyo espiritual cuando no existe esperanza, o el aislamiento como el  causante de  la creación de otros símbolos y lenguajes.
Un periodista, y no cualquier periodista, sino uno colombiano, debería ser  aquel  que se escurre y penetre esos   territorios  olvidados y perdidos en la cartografía, hacerlos visibles  y recordados. Solo un artículo que sea capaz de crear una duda, de generar un cambio, de enseñar algo nuevo es un verdadero artículo, pues muy poco queda ( y esto es algo subjetivo) del exceso de información que ha producido la tecnología gracias a su inmediatez  o del manejo mediático de una misma noticia por más de dos semanas que después es olvidada y desechada, o quién habla aun de la pobre lechuza  golpeada por el futbolista ¿ Acaso el porcentaje de animales maltratados bajo y ahora tenemos más conciencia sobre el respeto que debemos tener hacia ellos?
 Mucho más fácil es llevar a cabo esto, cuando  usamos géneros tan  profundos  e inmensamente bellos, como lo son la crónica y el reportaje,  que convierten los hechos en atemporales  y que a veces son los que más nos sacuden y aterrizan en la fría e injusta realidad de nuestro país por su atrapante narrativa.
Y es que es sorprendente, como un texto escrito aproximadamente cuarenta años, narre lo que  muy probablemente pudo haber sucedido ayer. La  más grande prueba de que la desigualdad y la violencia, solo han cambiado de caras  y que si no es la misma realidad, aun  siguen viéndose los daños colaterales de aquel tiempo, tal vez en cada desempleado  y rebuscador tolimense  a quien la educación no pudo moldearlo  al haber tenido un padre desplazado de Villarrica que hacía lo que podía para mantenerlos vivos, o  en la diáspora  de chocoanos  en Medellín, Bogotá o Cali, que  cansados de pedir inclusión al estado, prefirieron irse a las grandes ciudades.
Son precisamente las crónicas y los reportajes quienes como espejo, nos muestran  lo ‘avispados’ que decimos ser  mientras nos roban en nuestras narices y de repente se adueñan de lugares  como Belencito en Boyacá  o Andagoya en el Chocó, aldeas pobladas por extranjeros cuyo avance  es tres veces mayor que cualquier otro pueblo del departamento, alimentándose de una  riqueza casi maldita, que como hace 200 años es quien propicia la  subyugación y la opresión de las transnacionales, dejándonos aun con más miseria de la que teníamos y sin ver siquiera una parte de la economía sostenible de la que tanto se habla  antes de la realización del proyecto. Dejando suelos estériles, aguas contaminadas y profundas excavaciones que  en un futuro propician derrumbes en las  que miles de personas mueren enterradas. ¿Cómo no contar eso? ¿Cómo  no reflejar esa realidad en el papel?
Ese papel que también es testigo de  las hazañas y  paradojas humanas, de un tal que un día se convirtió en alguien, de un testigo de Jehová que aplica sus creencias a la vida y que pretende un día en convertirse en rubio y vivir en el nuevo paraíso, donde serán pocos los elegidos, pero él está seguro de ser uno de ellos. Inventando soluciones y creencias que nos maquillen la desesperanza de pensar en la posible simplicidad de las cosas, dando  explicación a la vida efímera que tarde o temprano tendrá que perderse en el misterioso mundo del que nadie sabe nada pero todos quieren opinar. Quizás para que fueran  escuchadas sus visones, quizás para enterarnos que hay en la cabeza del que tal vez nunca conozcamos, quizás para  acercarnos a esas vidas lejanas, quizás para eso tendría que servir el periodismo y parar así esa deshumanización galopante de la que habla ‘Gabo’.