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Archive for marzo 2012


posted by Daiana González

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Ser celador: un oficio de familia.
Juan Urrego tiene 37 años,  cuatro  hijos y media vida dedicada a la celaduría.
Por Daiana González Navas.
Urrego  gana 2 millones de pesos mensuales, trabaja  hace cinco meses  en la unidad Ciudadela Sevilla de Medellín, y tiene una moto Vespa Piaggio  de color rojo algo corroído desde hace tres días; que se apaga a cada rato por  no estar “calibrada” según él.  Urrego quizás fue el celador de su unidad, del hospital  al que  usted va, de pronto  lo vio en el estadio cuando laboraba allí  o en alguno de  los empleos que forman  parte su enorme lista de  trabajos como celador en toda la ciudad.
 Juan vive en  Enciso el Pinal, en  una casa azul cielo de dos pisos. En el primer piso está su madre Ana Rosio Urrego, su padre José Urrego, sus hermanos: Sergio León Urrego de 40 años, Fabián Urrego de la misma edad de Sergio,  su sobrino  Andrés Felipe Urrego de 19 años (hijo de  Sonia Urrego su hermana que  vive actualmente en el municipio de Buriticá Antioquia), y él. En  el segundo piso vive Francia María Urrego de 41 años con sus tres hijos. Pero no siempre fue así.
Cuando tenía 30 años , Juan Urrego  vivía  en el barrio Castilla junto a Laura una joven de 16 años con quien tuvo una niña llamada María Paz. “Cuando Laura quedó en embarazo no fuimos precavidos y no creímos que pudiera pasar eso. Cuando la mamá se dio cuenta y le dijo que  buscara para donde irse,  le dije a ella que yo era  una persona responsable: “yo trabajo y doy por usted y por el que sea”. Vivimos 5 años, no nos entendimos. No me quejo fue una relación muy  bonita. Me separé porque ya no la estaba pasando bueno, porque eran solo problemas”, comenta Juan.
 Doña Ana Rosio, su madre, nunca estuvo de acuerdo con esa relación y  aún espera que Juan pueda tener una situación estable y una mujer  con la que pueda terminar su vida. “Juan ha sido muy recorrido, ha tenido muchas aventuras y pienso que a estas alturas el ya quiere tener algo serio pero con esta juventud es difícil de lograr, no se prestan para eso y él dice que mejor estar solo.”
Juan Urrego, de ojos azules escondidos, estomago pronunciado y baja estatura, tal como  los amorosos de Jaime  Sabines “siempre está yendo, siempre hacia alguna parte, no espera nada, pero espera,” y sus hijos  Santiago, Samuel y Juan son el resultado de  esas relaciones en las que esperó y no encontró.
“Sandra es la mamá de   Santiago, yo duré dos años con ella, yo la quería mucho pero no funcionó, me dio muy duro, pero uno olvida. Samuel es de una costeña de Tolú que se llama Zaida, la conocí en el parque San Antonio, la vi sentada aburrida y le pregunté “¿qué te pasa?” ella dijo “no tengo amigos” y yo le dije “mucho gusto: Juan Urrego.” Entable la amistad la seguí llamando y ya;  duró como 10 meses. Yo quise responder  por el niño pero ella no quería y se fue, no sé nada de ella. Estuve  también con una prima: Rocio. Fue en un baile  y  de ahí nació  Juan  el mayor, de 14 años, ella se demoró cuatro años  en decirme que el niño era mío y yo me enteré por otros lados. Quise responder; hablé con ella pero la  abuela lo quería como  un hijo y tenía miedo de que se lo quitara. Las cosas se quedaron así. Al niño lo llamo, pero no lo busco mucho porque  después piensa que se lo voy a quitar. Yo he sido muy inestable, las cosas no se han dado, no he encontrado la mujer indicada que me sirva, que  tenga sentido de pertenencia por el hogar y  que me atienda.”
Juan Urrego trabaja de 6 de la mañana a 2  de la tarde o a veces de 2  de la tarde a 6 de la tarde y cada 15 días en el horario nocturno de 10 de la noche a 6 de la mañana. Al salir del trabajo,  acostumbra  estar con sus  amigos  jugando cartas y tomándose unas cervezas. En su grupo de amigos, según  su compañero de trabajo Diego Echavarría,  es el más recochero  y es de esos “con los que paga salir a molestar”.  Algo semejante opina su sobrino Felipe Urrego, pues lo describe como una persona graciosa con la que nunca ha tenido problemas, “mi tío es muy amplio, me regala zapatos y ropa. Me acuerdo cuando  me dio unos zapatos muy bonitos a los 12 años”, comenta  Felipe.
Urrego no conoce otro departamento además de Antioquia; nació en un pueblo llamado  Buriticá, en la vereda El Naranjo. Estudió en la escuela hasta quinto de primaria y a los 18 años se fue a prestar servicio militar en Puerto Berrío, “pero no lo hice  como otros para  recibir una libreta y  tener trabajo, no, a mi me nacía prestar servicio, vivir esa aventura de cómo era eso allá, era mi meta  y la cumplí. Pasé bueno, tuve muchos amigos, de hecho estaba tan amañado que me quería quedar allá, pero yo me  presenté  con un amigo y  decidimos  quedarnos para ser soldados profesionales. Él a última hora decidió que no, entonces yo me vine con él. Después salí y le he sacado jugo a esa libreta, no me ha faltado el trabajo.” dice Juan Urrego lleno de satisfacción.
De la escuela queda   el recuerdo de que era buen estudiante, un travieso chico como cualquier otro, según  doña Ana.
-Yo hubiera querido que estudiara más pero no terminó. Igual  no  había forma de  que estudiara y tampoco prestó interés.- me cuenta doña Ana
 – Yo si mostré mucho interés mamá-  responde  al fondo de la conversación  Juan Urrego, con el temor de que su madre lo hiciera quedar mal.
-Pero se retiraron, acuérdese; le fueron cogiendo pereza y eso ya no fue problema mío sino de ellos- afirma ella y Juan  con su silencio acepta.
Del servicio militar, hoy solo le queda  un tatuaje de  cobra en su brazo derecho que no tiene ningún otro significado además de querer hacérselo por que “un compañero sabía” y un oficio como celador que en gran parte fue heredado de su padre José Urrego; quien se vino de Buriticá  a los 40 años tras un  trabajo en la empresa  de seguridad ATEMPI de la que ahora es pensionado y en la que Juan laboró un tiempo por recomendación de su padre; pero por  aprender a manejar con los carros que  le dejaban a su cuidado en el parqueadero,  perdió el empleo.  “Yo muy curioso  quería aprender a manejar un carro  y  un día cogí una camioneta y aprendí  allá. Cuando ya sabía mucho empecé a dar vueltas a la manzana en reversa. Por eso perdí el trabajo,” recuerda Urrego.
La sala de la casa de Juan, además de estar amoblada por unos cómodos sofás de tela  blanca  con flores rojas, está  decorada con cuadros de vírgenes e imágenes religiosas a pesar de que la familia Urrego no es devota de la iglesia católica, pero cree en Dios porque “¿entonces  quién gobierna este mundo?” pregunta doña Ana.
“Cuando eran pequeños yo los llevaba a la iglesia y si yo  no iba los mandaba, pero en ese tiempo  yo estaba muy joven, tenía  las costumbres con las que me criaron de ir a  misa todo los días, pero pasó el tiempo y fueron  cambiando las cosas, fui perdiendo  la fe, pero yo igual yo  mandaba a los niños  “vallan para misa” pero ellos ya estaban grandecitos y decían  “no pa´ qué, que  pereza”.  es por esta razón que Juan actualmente no cree en  ninguna religión;  “tengo una fe lejana  pero creo en Dios.” Una postura que fue en gran parte influencia de su madre. Aún así Urrego lleva siempre   en su mano derecha una manilla con un crucifijo pues cree que Dios lo tiene en el mundo para cuidar a su familia, mientras va en ese paseo que define como vida y la disfruta al máximo; “En cualquier momento me puede pasar algo, simplemente estoy en el momento indicado, ósea,  yo creo en el destino.”
En la  enorme lista de trabajos que ha realizado Juan en diferentes empresas de seguridad como ATEMPI  y Clave Seguridad CTA, se encuentran lugares como el edificio de los espejos, EPM, conjuntos cerrados en el sector del  poblado, clínica  Salud en Casa (actualmente SURA), estadio  Atanasio Girardot,entre muchos otros que conforman sus 15 años de experiencia como celador.
Por el momento  Urrego trabaja de celador en Ciudadela Sevilla deseando tener una pareja estable, una casa propia y un buen futuro para la hija que más ama y a la que  ha visto  crecer, María Paz que quiere ser médica. Mientras  tanto, quien seguirá con la tradición de celador será Andrés Felipe Urrego, su sobrino, que  acaba de salir de prestar servicio militar  y  está próximo a entrar a la empresa de seguridad de su tío “El tiene ya un pie adentro en la empresa, todo está listo,” comenta Juan.